martes, enero 31, 2006

La Viveza de Uribito

Pedro Medellín no pudo escribir una columna que describa mejor la realidad de lo que sucede con el Dotor (no Doctor) Uribe. La columna publicada El Tiempo está dando click aqui

Pedro Medellín Torres

UN GOBIERNO DE ATAJOS
Institucionalización de la viveza (31 de Enero de 2006)

Nunca antes se había gobernado retorciéndole el cuello a la ley.

"El Presidente no es candidato, ni está en campaña. Lo será cuando se inscriba ante la Registraduría. Mientras tanto, todo lo que haga son actos de gobierno", han insistido los funcionarios gubernamentales para justificar los continuos esguinces a la Ley de Garantías Electorales. No importa que el Presidente haya cumplido con la condición legal de declarar públicamente y formalizar, por escrito, ante la Registraduría su interés de presentarse como candidato a la elección presidencial, y que ese hecho ya le confiera legalidad a su candidatura.

Para el entorno presidencial, hasta que no se produzca la inscripción formal, no tiene nada de malo que los promotores de la campaña presidencial participen en los actos de gobierno o se reúnan en el Palacio Presidencial para definir los apoyos al Presidente. Ni mucho menos que la televisión por suscripción decida transmitir en directo los consejos comunales de gobierno, pues la prohibición está para los canales institucionales.

No es la primera vez que el Gobierno recurre al expediente de "retorcerle el cuello a la ley", como una alternativa para conseguir los resultados que se propone. Más aún, este viene a ser otro episodio en una larga cadena de acontecimientos (que van desde aceptar que los asesores presidenciales fueran a la vez consultores empresariales, hasta la todavía no explicada conspiración del senador Pardo con las Farc), que revelan cómo se ha institucionalizado la "viveza" como norma de gobierno.

Pero en una democracia delegativa sometida a la primacía de la "viveza", las reglas del juego político e institucional configuran un régimen de obediencias endebles donde nada se define ni consolida. Allí, las actuaciones gubernamentales no respetan la supremacía de los controles ni se acogen a la formalidad de la legislación establecida. El escaso alcance y la baja densidad de las instituciones políticas colombianas, propios de las democracias no institucionalizadas, explican por qué en Colombia no es la inercia institucional la que define, ni el ordenamiento jurídico el que limita, sino el talante de quien detenta el poder, el que define el curso de las cosas. Todo se ordena según los requerimientos de quien gobierna.

Institucionalizar la "viveza" como norma de gobierno implica abdicar la ley como norma de comportamiento. Por más apariencia de control, legalidad y responsabilidad que tengan los actos de gobierno, la primacía de la viveza sólo permitirá que se puedan desplazar entre la informalidad y el leguleyismo, llevando al camino del viejo principio de "a mis enemigos, la ley. A mis amigos, todo".

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